Eladio y los Seres Queridos en la sala Costello

Decía Antonio López, el célebre pintor y escultor hiperrealista, que las obras de arte no se acaban, se abandonan. Lo decía mientras Víctor Erice trataba de comprender, a través de su cámara, esa aparentemente inenarrable obsesión del maestro por captar la realidad, a pesar de que la realidad se le escapase entre los segundos del reloj. A pesar de que los frutos que el sexagenario trataba de retratar sin fallo alguno se echaran a perder ante sus ojos con la llegada del otoño en “El sol del membrillo” (Víctor Erice, 1992).

 

Eladio Santos tiene algo de Antonio López. Ese adjetivo escurridizo, manido y pocas veces utilizado sin ánimo de pose. Algo de genio. Esa virtud tomada a la ligera en estos tiempos líquidos de instantaneidad y placeres inmediatos. La virtud de saber esperar y ser capaz de dar de sí a la obra artística. De abandonarla solo en el momento preciso, como Antonio López, aunque hayan pasado más de diez años desde que empezara a componerla.

Esta virtud se traslada al directo del gallego (y sus seres queridos) a través de una extremada sensibilidad en la puesta en escena. De un cuidado infinito en cada sonido que se escapa de instrumentos tan mimados como los composiciones que interpreta con ellos. Una auto-exigencia que forma parte intrínseca de una banda dispuesta a bajar desde Vigo a Madrid a pesar de competir en la misma fecha con el Dcode Festival y un partido de fútbol.

Porque, en realidad, Eladio no compite. No le hace falta. Que la calidad siempre superará proporcionalmente a la cantidad es un hecho que se hace realidad – aunque no tanto como quisiéramos – en el caso de Eladio y los Seres Queridos, quienes tienen su propio público. Fiel y distinto. Exigente, como ellos. Entregado, también.

Y cómo no serlo si los primeros compases que se escucharon en la Costello aquel viernes fueron los de “Santos Inocentes”, apertura también del conceptual último LP de la banda gallega, “El orden invisible” (Esmerarte, 2014). Un álbum que fue desgranado al completo, siguiendo rigurosamente el orden del disco. En el ecuador del espectáculo, tiempo para sacar la vena más punk-rock del vigués y su banda, de recordar anécdotas con los acólitos – casi creyentes – que se acercaron hasta la Costello para verle. Tiempo también para volverse loco recuperando temas que son ya himnos, perturbadores a la par que ingenuos y, sobre todo, clarividentes. Y sino, basta con escuchar “Miss Europa”, perla de “Están ustedes unidos” (Esmerarte, 2011).

 

La experiencia, reconfortante y estimulante a partes iguales, de ver a los gallegos en directo terminaba entre los compases de “Junto a los seres queridos”. Una invitación a seguir encumbrando a Eladio y estos seres tan queridos allá por donde dejasen sonar composiciones que resistirán al “Tiempo futuro” por la verdad que esconden.

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