MAR OTRA VEZ 1985

Mar Otra Vez en la sala El Sol con Raúl Espectro, Sagrados Corazones, Pablo Und Destruction y Les Rauchen Verboten

Cuando habitualmente se nos pregunta por nuestras referencias musicales, por la típica y manida cuestión de “¿Qué es lo que se escuchaba en tu casa cuando eras pequeño?”, la respuesta común suele remitir a aquellos grupos y discos que marcaron una etapa durante la generación precedente, la de nuestros padres. The Beatles, Rolling Stones, vete a saber si Mecano. El género de tales productos suele dar bastante igual. Incluso me atrevería a decir que podría reducirse a “lo que sonaba en la radio” como etiqueta. Eso, como digo, en el caso de la gente normal. En mi casa, por suerte o por desgracia, los lugares comunes en materia musical eran casi inexistentes. Y no es que yo pretenda distinguirme de la “normalidad”, ni hacer un alarde de extraordinaria personalidad al comenzar así esta pseudo-crónica. Tan solo quería recalcar que, cuando el imaginario de tu infancia lo forman los obreros super-especializados de Aviador Dro, los colgados que siempre mueren empalmados, los ataques preventivos de la URSS y un descanso acústico a base del “Derecho de vivir en paz” de Jara o el “Duerme negrito” de Sosa (gracias, mamá, por darle algo de cordura a la playlist infantil), una queda condenada a terminar coreando a voz en grito los poemas de Corcobado en la primera fila del concierto reencuentro 30 aniversario de Mar Otra Vez. Un grupo que, al igual que aquellos a los que la “normalidad” referencia — a los que, incluso, puede que los propios miembros de MOV también referencien — marcó asimismo una etapa, una generación musical, de tal forma que muchos no sepan incluso que han sido influenciados. Música esquiva en las emisoras y latente en las calles. Esquiva en los cerebros que las albergan y latente en los corazones que se aceleran con las canciones de Amaral o Bunbury. Mar Otra Vez siempre estuvo allí, como el dinosaurio. Otra cosa es que la gente “normal” lo sepa.

 

En 1985 yo ni siquiera estaba en proyecto. Mi padre y mi madre acababan de conocerse, y él firmaba como ejercicio de clase el primer videoclip de Aviador Dro. Al hablar de ello, mi señor progenitor siempre se recuerda llenando el plató de humo y vistiendo a los “obreros” de astronautas tapados hasta las cejas. Tiene sentido que fuera en aquel momento cuando llegó a sus manos el mini-LP de Mar Otra Vez, “No he olvidado cómo jugar embarrado/ Fiesta del diablo y el cerdo” (Grabaciones Accidentales, 1985), con una caratula azul eléctrico que habitó desde entonces el fondo de la estantería del salón, y que ahora soy incapaz de encontrar. Paradojas del destino, o zancadilla del karma para obligarme a gastarme los héroes en la reedición de Munster Records que ha terminado sirviendo como regalo de cumpleaños a mi padre. Pasaron los años, y los acordes de “Jonás” se mezclaron en la biblioteca de recuerdos con los de Fraggle Rock o las Guerrero Luna. Y el nombre de Corcobado, con otros como los de aquellos que nos hacían memorizar en el colegio. “El lagarto está llorando, la lagarta está llorando, el lagarto y la lagarta con delantalitos blancos”. “Jonás es comida de Jonás”. “Así es mi vida, piedra, como tú, como tú piedra pequeña, como tú”. “He matado a mi hermana”. “Vivo sin vivir en mi”. “Demonios tus ojos”. Y pasan los años, y de pronto un buen día recibo el correo del extraordinario Rafa Mary Chain diciendo que Mar Otra Vez vuelven a reunirse en un concierto único en la sala El Sol. ¿Qué sentiría esa nueva generación influenciada por The Beatles si recibieran la noticia de que el grupo vuelve a reunirse?. “Hereje, no comparo”, diréis. Pues comparo.

 

Y, afortunadamente, no fui la única. Grupos de la nueva generación underground fueron los elegidos para telonear a la formación que vio nacer artísticamente al “Príncipe del underground”. Raúl Espectro. Sagrados Corazones, haciendo gala de un ruidismo exquisito. Pablo und Destruction perfomados con fósforos en las cejas. Les Rauchen Verboten a pecho descubierto, como lo hacía Corcobado en aquellos cercanos años 80. Y de pronto, como si el resto solo hubiera sido un parpadeo paródico, entra Andrew Wax en el escenario de la sala El Sol y se inclina ante el público. El teclista, quien 30 años antes “parecía que estaba de atrezzo”, reivindicaba de manera silenciosa e inquietante su labor dentro de la banda: ser el maestro de ceremonias, la mano invisible que crea el ambiente sonoro en el que después los íncubos de la perfección del mundo de las ideas se retorcieron de dolor y de vida. El demiurgo. Tras él, Luis Corchado a la batería, elegante con camisa y corbata. Julián Sanz Erizonte, carismático y supurando pasión anclado a su bajo. Javier Rodrigo, concentrado e impertérrito. Y Corcobado, de riguroso negro, marioneta de fuerzas invisibles, capaz de adelantarse en décadas a aquello que será venerado. Incomprendido pero necesario, el “cáncer de la Movida” volvió a la sala El Sol armado con letras de ciencia ficción, cadenas y un bidón de gasolina. Jonás volvió a cobrar vida, y ellos demostraron que jamás olvidarán cómo jugar embarrados, porque nacieron para ello. Para ensuciarse.

 

No era mi propósito con estas palabras el escribir la típica crónica de los hechos. Esa ya podrá leerse próximamente en el Ruta66. Tan solo, ceder a la sugerencia de Tinita Ti y describir, no aquello que se vivió, sino lo que yo sentí. Aunque la mayor parte de los detalles queden ocultos, y de las anécdotas, sin mencionar. Porque hay cosas que no se dicen por correr el riesgo de olvidarse al quedar inmortalizadas. Aún así, espero que estas letras hayan cumplido su misión. Si es que tenían algunas. Todo pasó demasiado deprisa. Joder, volved. Terminad lo que empezasteis. La metástasis de la vulgaridad. Es ahora, 30 años después, cuando se hace más necesaria que nunca.

2 respuestas a “Mar Otra Vez en la sala El Sol con Raúl Espectro, Sagrados Corazones, Pablo Und Destruction y Les Rauchen Verboten

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