HELENA COSANO

Entrevista con Helena Cosano: «la mayoría opta por seguir los caminos ya trazados, vivir vidas ajenas»

La última novela de Helena Cosano, «El viento de Viena» (Los Libros del Olivo, 2015), ha sido sin duda una de las más originales novedades editoriales de este año. Una historia de estructura abierta, basada solamente en el componente cronológico de la narración, con personajes de peso oscilante y pequeñas intra-historias (casi relatos) en medio de una marabunta de dudas existenciales y experiencias extra-sensoriales. «El viento de Viena» podría casi considerarse como una pequeña representación a escala novelesca de la vida real. Un intento triunfador por retratar las aspiraciones y luchas de una juventud que lucha por entenderse a sí misma a través de la experiencia. Viajes, estudios, magia… Helena Cosano nos lleva a través de aquello que vemos (y no vemos) con el secreto objetivo de abrirnos los ojos y hacernos llegar parte de las maravillas que inundan nuestro mundo sin que nosotros seamos apenas capaces de percibirlo.

Me cito con ella en el Café de Van Gogh (Moncloa, Madrid) para discutir, tetera en mano, sobre todo aquello que rodea a su última criatura. Mi ánimo es descubrir aquello que queda escondido entre líneas de una novela sorprendente y tremendamente creativa y original. Quiero que Helena Cosano se muestre más como amiga que como escritora. Que me hable de ese trocito de vida que se ha quedado pegado en las páginas de su novela. Pero claro, la Cosano tenía sus propios planes.

Espero que disfrutéis de una entrevista que, más que entrevista, podría considerarse casi como el fragmento de una conversación entre un par de amigas que disfrutan de un pequeño descanso en un bar, hablando de sus inquietudes y de cómo arreglar el mundo. Una tarde con Helena Cosano que, como todas las tardes con ella, se hace corta. Una conversación que te deja con ganas, no solo de releer su «Viento de Viena», sino de vivir. De ser libre. De sentir. De volar con la libertad que exuda por cada poro de su cuerpo esta maravillosa escritora.

HELENA COSANOPregunta: Para mí, «El viento de Viena» gira sobre 3 pilares básicos: los viajes, el estudio y la magia. El estudio y la magia como valores contrapuestos, en este caso: lo universalizable por el método científico frente a aquello que se escapa a nuestro control y a todas las mediciones. Los viajes, por ejemplo: tú has nacido en la India, te has criado en Moscú, Túnez, España… has dado la vuelta al globo y viajado a mil lugares. ¿Cómo se refleja esta marabunta de experiencias en tus escritos?, ¿escribes mientras viajas?

Helena Cosano: Escribo en todas partes, esté viajando o no. Lo que has dicho de los tres pilares lo veo muy acertado, aunque los tres pilares tienen un punto común: son formas de aprendizaje. Aprendes a través de los estudios académicos, pero también aprendes viajando, aprendes a través de las personas, y todo eso puede ser mágico. La magia también se aprende, es una forma de mirar el mundo cómo algo milagroso, con ese sentimiento de “sacralidad” que resaltaste en tu reseña del libro. Y el aprender en sí comporta, a su vez, algo mágico. Para mi “El viento de Viena” es un libro de aprendizaje. De búsqueda de sí mismo, de la felicidad… del camino de cada uno. ¿En qué me ha influido a mi? Simplemente yo no sería yo sin esos viajes, y por lo tanto escribiría de otra manera; sería una autora distinta. Pero en realidad, en general ni siquiera los veo como viajes, suelen ser más bien como “cambiar de sitio”. La motivación no suele ser descubrir lugares nuevos, no es hacer turismo, sino reencontrar a mis amigos y recordar vivencias. Y no tiene por qué ser caro: ¡hay billetes de avión Madrid-Ginebra por menos de 30 Euros!

Es más barato que un taxi en Madrid.

Sí, exacto. Yo he terminado por no considerarlos viajes, sino desplazamientos. No me siento más “en casa” aquí que allí. Enriquecer, enriquecen muchísimo, porque conoces a gentes muy diferentes y, sobre todo, con una escala de valores diferente. Eso hace que relativices la tuya propia, y te vuelve más tolerante. Es el mismo proceso que le sucede a Eleonor (la protagonista de “El viento de Viena”). Cuando empieza a estudiar psiquiatría es bastante intolerante y cerrada, tiene una mente analítica muy rígida. Y es fría, y juzga con mucha dureza a los demás. Conforme avanza la novela, Eleonor se va transformando. Sobre todo, se va haciendo más flexible. Más compasiva. En cierta forma, va comprendiendo el secreto del buen psicólogo o psiquiatra: para comprender de verdad a otra persona, hay que ser tolerante. Tienes que poner entre paréntesis tus propios valores, tus juicios o prejuicios, tus opiniones. Tienes que ponerte a ti misma entre paréntesis e intentar comprender a la otra persona, con sus problemas y sus circunstancias, que a lo mejor no tienen nada que ver con las tuyas, y que a lo mejor no apruebas, pero que son las de esa persona. Eso es lo que Eleonor logra aprender a hacer durante la novela: ponerse a sí misma entre paréntesis para escuchar de verdad.

«Para comprender de verdad a otra persona, hay que ser tolerante. Tienes que poner entre paréntesis tus propios valores»

Tú también eres psicóloga. ¿Has practicado alguna vez la psicología?

No, nunca profesionalmente, aunque en la vida me ha servido muchísimo. En el libro la psicología es muy importante. De hecho, varios de los personajes eran pacientes reales. Cuando estuve estudiando en Viena, había unas clases de Psicología Clínica que tenían lugar en un hospital, y que eran conjuntas con los estudiantes de Psiquiatría. Y allí aprendíamos conociendo a pacientes que estaban hospitalizados y que aceptaban pasar una horita con los estudiantes. Nos contaban su enfermedad, podíamos hacerles un diagnóstico, charlar con ellos, ver cómo se encontraban… y varios de los personajes de la novela, sobre todo Susie, están inspirados en los pacientes que conocí entonces. Claro está, le cambié el nombre, y obviamente luego la historia no tiene nada que ver. La Susie que yo conocí (que no se llamaba Susie), se quedó en el hospital y no salió. No sé qué habrá sido de ella. Pero sí era una mujer fascinante, genial. Era maníaco-depresiva y yo la conocí en una fase de manía delirante. Pero el caso es que tenía rasgos de genialidad. En su fase maniaca le daba por pintar y creaba unos cuadros maravillosos, llenos de fuerza y profundidad, que luego exponían y vendían, y los vendían carísimos. Y ella, que era camarera, no tenía estudios ni formación de nada, de pronto, en esas fases, tenía un talento desbordante. Y después, aparentemente sin razón, Susie se venía abajo y se quedaba en un estado vegetal mirando el techo.

¿Hay que estar loco para ser un genio?, ¿tú estás loca?

Sí, lo estoy. Lo estamos todos (risas).

¡Todos locos!

Ese iba a ser el título de la novela. Es muy difícil definir la locura. Al final se trata de un consenso social, dónde se coloca esa línea roja invisible que separa locos y cuerdos. Todos en cierta forma tenemos ciertas neurosis, nadie está totalmente sano. En “El viento de Viena” hablo de la cordura como de un ideal: sería un estado arquetípico, prácticamente inalcanzable, al que debemos luchar por acercarnos. La locura es una distorsión de la realidad. Estar cuerdo, sería ver el mundo tal y como es: el “despertar”, la iluminación de los budistas. ¿Pero quién ve el mundo tal y como es? Pues… ¡nadie! Todos lo vemos a través de un filtro cultural, a través de un lenguaje… nadie ve las cosas tal y como son, todos las interpretamos. Ahora bien, esa deformación puede ser mayor o menor. Puede ser leve, o puede ser tal que la persona ya no sea capaz de funcionar en sociedad. Es cuando decimos que “está loca”. Suelo compararlo a una pesadilla: un loco es como una persona que está soñando y se cree que su sueño es la realidad y que todos viven su sueño. En realidad está totalmente sola, encerrada dentro su mente. Nadie puede ir a visitarte dentro de tu sueño, es la soledad más dolorosa, estar en un mundo propio, un mundo paralelo, al que nadie más puede ir. Y eso es la locura.

«Es muy difícil definir la locura. Al final se trata de un consenso social»

Uno de los factores que más “loca” vuelve a Eleonor en la novela es el amor. Cuando empieza la novela, está con su novio de Madrid con el que lleva años y años, pero luego se va enamorando progresivamente de uno de sus profesores. También tiene una aventura, se mete a una secta basada en el poliamor… ¿Tú qué opinas de toda esta “locura”?

Sí, se mete en una secta por curiosidad. Yo los llamo “Luciferinos” y creen en las virtudes del poliamor. No lo veo como una cuestión moral, sino como un pacto entre seres libres. Creo que hay relaciones que pueden ser abiertas y funcionar muy bien, y otras que no. Hay que pactarlo, hay que ver cómo reacciona cada uno, hay que ver las circunstancias… yo no lo veo como blanco o negro. Para Eleonor, es una experiencia enriquecedora, pero la descarta: no es lo que ella necesita.

Me gustaría preguntarte sobre el final del libro, pero no sé cómo hacerlo sin desvelar nada. A mí me resultó un final muy pragmático.

En realidad, es un final transitorio. Son seis meses. La novela es cronológica, desde el momento en el que llega Eleonor a la residencia de estudiantes, hasta cuando termina el semestre (en Viena no son cursos anuales, sino semestrales). Es como si fuera el primer año de Psiquiatría. Es verdad que todo encaja en cierta forma y que todos han evolucionado, pero la vida sigue para todos los personajes, el aprendizaje no acaba. Es un final abierto, de hecho me planteé hacer más larga la novela. Por ejemplo pasando a segundo de Psiquiatría… O dar un salto en el tiempo y ver qué es de Eleonor diez años más tarde.

¿Y lo vas a hacer?

No lo sé. A lo mejor sí. Eleonor todavía puede evolucionar. Hay otro personaje al que quiero mucho, Sara, es con quien más me identifico. Cuando empieza la novela es muy jovencita, así que todavía tiene que crecer muchísimo. Se podría hacer una segunda parte en la que tuviéramos como personajes principales a Eleonor y Sara. Pero todo eso está en el aire…

Quizás podríamos ver a Eleonor y Sara en otros personajes de otras novelas que no tengan nada que ver con la suya.

¡Eso es algo que me he planteado muchas veces y que me encantaría hacer! Una especie de Comédie Humaine.

Lo digo porque hay personajes presentes en “Almas brujas” o “Cándida diplomática” que se pueden ver en “El viento de Viena”.

Por la temática, sí, es muy cierto… aunque “Cándida diplomática” es algo diferente, al ser una parodia es un libro menos místico, menos espiritual, menos psicológico, más sarcástico.

Bueno, cuando parodias a los enfermos del hospital recuerda un poco a la parodia que haces de los diplomáticos.

Si no los parodio, ¡los describo tal y como eran! (risas). ¡Hasta utilicé apuntes de las clases de mi época de estudiante!

Ups. Pues se parecen a la parodia de los diplomáticos.

Bueno, entiendo lo que quieres decir. Cualquier persona tiene temáticas en la vida que son las que le interesan. Escribía Kundera que somos todos “variaciones sobre un mismo tema”. Y es verdad, si te fijas en cualquier autor, como en cualquier ser humano, hay temas que, por alguna razón, le interesan y son recurrentes. Y toda su obra gira sin querer en torno a esos temas. Los míos tienden a ser filosóficos: “la muerte”, “el alma”, “el amor”, son los que me interesan. ¡Y procuro tratarlos con humor para quitarles hierro y no hacer sufrir al lector!

«Los grandes temas, “la muerte”, “el alma”, “el amor”, son los que más me interesan»

¿Y no te has planteado escribir un ensayo sobre filosofía?

Empecé mi doctorado, pero lo dejé. Sí, me gustaría.

¿Y volver al doctorado?

Sí, lo que ocurre es que ha dejado de interesarme el tema que elegí para mi tesis. Era “la crítica de Schopenhauer de la filosofía de Kant” (en alemán). En esa época me fascinaban los grandes sistemas filosóficos que parecían responder a todas las preguntas. Y ahora me interesan menos, ahora me atrae más la filosofía hindú.

Has pasado de los alemanes a los hindúes. Hablando de esto, parte de los métodos de autoconocimiento que se mencionan en la novela transcurren por ese camino: el yoga, el tantra, etc. Por no hablar de otros muchos. ¿En qué momento uno puede sentir la magia, palparla, percibirla como la percibe Helena Cosano?

Es que la magia está en todo. La magia no está en algo determinado, la magia es una especie de punto de vista sobre el mundo. Y el punto de vista depende de ti, lo proyectas tú. Quiero decir, que a lo mejor hay milagros, pero si tú no sabes verlos, no los vas a ver. Es un punto de vista. Eleonor acaba descubriéndolo. Al principio no sabía verlo. Luego empieza a notar coincidencias excesivamente… ¿coincidentes?, ¿improbables matemáticamente?

«La magia no está en algo determinado, la magia es una especie de punto de vista sobre el mundo»

HELENA COSANOEl móvil de la Cosano empieza a sonar impacientemente y, al abrirlo, mi tocaya empieza a reír con esa risa de bruja mala que tiene. Toda la cafetería se gira para mirarla.

Ay, perdona… ya ni me acuerdo de lo que te estaba contando (risas).

Bueno, pues precisamente me estaba acordando de una de las cosas que habíamos hablado antes y que precisamente también estuve hablando con otro amigo hace poco, que es que la gente ve como un viaje algo que solo es una distancia psicológica. Si no te gusta la panadería, no cruzas la calle para comprarte un pan.

Es más: si tú no estás buscando una panadería, probablemente ni siquiera te percates de que hay una panadería. Pero probablemente sí te llamará la atención la tienda de al lado, que es una ferretería y precisamente tú andabas buscando unos enchufes…

Eso es parte de la magia, también.

Eso es. El caso es que nuestras expectativas filtran el mundo y, en cierta forma, percibimos lo que buscamos. Si tú no buscas magia, no la vas a ver. Por eso dicen que los fantasmas solo se les aparecen a aquellos que creen en los fantasmas. Y hasta cierto punto es verdad.

Entonces, todos los ejercicios que hace Eleonor a lo largo de la novela, son ejercicios para conseguir abrirse.

Es abrir la mente. Entonces es cuando empieza a percibir esa magia, y empieza a fluir.

¿Y cuando la percibes…?

Es como si estuvieras alineada con algo más grande que tú. Con el universo. Con Dios, o como quieras llamarlo. Cada uno lo llama como lo siente. El caso es que notas un fluir, casi como si te guiaran. Y de pronto, las cosas adquieren sentido, y es más fácil ser feliz. Remar contra corriente es duro. Fluir, en cambio…

Otra forma de abrir la mente es el estudio. Cuanto más conoces, más quieres conocer, y más matices reconoces en lo que te rodea.

Claro, porque la realidad cambia. Puedes percibir cosas que el resto no ve, o no se fija, cuanto más conoces. Cuanto más sabes, más percibes. Más rica es tu percepción del mundo, y más rica es tu experiencia, más interesante y más enriquecedora.

¿Cómo es ser libre? Porque tú eres el paradigma mismo de la libertad.

Sartre escribía que estamos “condenados a ser libres”. La libertad implica responsabilidad, y requiere valor. Es más fácil vivir como si no fuéramos libres, seguir al rebaño; todas las sociedades inventan normas, límites y falsos ideales para hacernos creer que no llevamos las riendas de nuestra propia vida. Cuando te dicen “tienes que estudiar Medicina” o “tienes que casarte”, aunque sientas que no es lo que quieres, las cosas están muy claras. Es lo que tienes que hacer, y no es culpa tuya si eso te hace desgraciado. En cierta medida es lo que le ocurre a la mayoría de la población: opta por seguir los caminos ya trazados, prefiere vivir vidas ajenas, vidas diseñadas por otros. Pero si tú eres libre y eliges y le das la espalda al rebaño, también estás asumiendo que te puedes equivocar. Asumes tus errores, lo cual te crea angustia, te crea inseguridad, no sabes si estás eligiendo bien o no… sabes, además, que no puedes echarle la culpa a nadie. Que te estás equivocando tú solita. El peso es mayor.

«La mayoría de la población opta por seguir los caminos ya trazados, prefiere vivir vidas ajenas, vidas diseñadas por otros»

¿Tú qué le recomendarías a Eleonor, ahora que la novela ya está terminada?

Ahora tiene otra etapa por delante. Su etapa de apertura se suaviza, ya ha explorado muchas cosas, ahora ella lo que desea es vivir su amor, ejercer la psiquiatría… es otra etapa. Ya ha terminado la etapa de búsqueda. La que sí continúa en esa etapa de búsqueda es Sara. Son etapas que vas pasando, en la novela y en la vida.

¿Tú en qué etapa estás?

Yo la búsqueda loca ya la pasé (risas). Fue larguísima, ¿eh? Y además le recomiendo a todo el mundo que la alargue, todo lo que pueda, porque hay cosas que no puedes ponerte a probar con cuarenta años. Y no es bueno saltarse etapas. Pasa factura saltárselas. Cuando pedí la excedencia para dedicarme a escribir me sentí como si de pronto tuviera otra vez dieciocho años y todo fuera posible y nuevo. Fue un cambio drástico de etapa, dejé Ginebra donde era muy feliz, me quedé sin mi sueldo, me quedé sin mi casa, además pedí el divorcio… y era como empezar desde cero, una libertad absoluta, embriagadora, eufórica, llena de ilusiones. Ya no siento esa euforia. Ahora me gustaría volver a una cierta estabilidad, otra, no la que tenía antes. Pero la vida loca de Eleonor, esa fase ya me aportó todo lo que podía aportarme, ya la pasé.

Cuéntame algo de tus futuros proyectos.

Acabo de entregar una novela. Trata sobre Santa Teresa de Jesús, y lo publicará la editorial La Esfera de los Libros. Todavía no hemos decidido el título. Yo quería llamarlo “Yo, Teresa”, porque es una narración en primera persona. Pero al parecer ya hay publicado un libro con ese título. Luego pensé “Teresa, la mujer”, ya que el enfoque es bastante feminista: interpreto a Teresa como una mujer pionera, con mucha voluntad, independiente, muy libre, con un carácter bestial, una gran inteligencia… y que, sin embargo, vive en el siglo XVI. Un siglo eminentemente masculino en el que las mujeres no pueden estudiar, no pueden aprender latín… y ella se ve muy limitada. Me la imagino como si fuéramos nosotras, con nuestras ansias de locura, de saber, de vivir, pero en un sistema claustrofóbico en el que por ser mujer casi todo te está vetado. Ella eligió la religión porque era el estado que más libertad le daba. Temía el matrimonio, pero en su época quedarse soltera no era nada deseable. Propongo una visión muy feminista de Teresa de Ávila, y por eso el título que te comentaba. Otro título que también estamos barajando es un verso de ella: “Sobre aquellas palabras”.

La novela se abre con Teresa anciana y muy enferma, unas pocas horas antes de morir, escribiendo un balance de su vida, una especie de legado espiritual, una síntesis. Por primera vez en toda su existencia se puede permitir ser totalmente sincera. Si lo piensas, ella siempre había escrito por orden de superiores jerárquicos, de sus confesores, en plena Inquisición, con muchas limitaciones sociales. Con miedo. Yo me preguntaba: si ella fuera plenamente libre (tan libre como solo se puede ser libre a las puertas de la muerte), y por lo tanto ya no tuviera nada que temer, y pudiera expresar libremente lo que le pasara por la cabeza, ¿qué diría?, ¿le saldría resentimiento, le saldría amor, frustraciones, lamentos, consejos? Y esa ficción es la novela.

¿Qué limitaciones sociales se encuentra ahora una mujer como tú, o como Teresa? 

Pues enormes. Ganamos menos, valemos menos en el mercado laboral y en la sociedad en general, el machismo está muy arraigado, aunque ya no esté de moda decirlo. La mayoría de los hombres ya no se definen en público como machistas, pero lo son. Hoy en día el matrimonio continúa siendo profundamente sexista en cuanto a las cargas y las expectativas. Es muy difícil para una mujer ascender a puestos de gran responsabilidad, tiene que trabajar más que los hombres, ser infinitamente mejor para ser considerada igual.

En la literatura, por ejemplo, se asume que si eres mujer vas a escribir peor. Que vas a hacer una literatura de segunda categoría. Un poco, “para mujeres”, “literatura femenina”, algo rosa, cosas light. Claro está, sí se acepta (porque ahí están las estadísticas) que hay lectoras, muchas, más que lectores varones, pero con gustos inferiores. Seguimos siendo ciudadanas de segunda categoría. Creo que es durísimo ser mujer. Bien es cierto que también tenemos nuestras armas. Las mujeres, tradicionalmente, hemos aprendido a manipular, y es algo de lo que hablo mucho en el libro de Santa Teresa. Ella fue una gran manipuladora. Y a mucha honra. Porque era la única forma de conseguir algo. Y hoy por hoy, a menor escala, sigue siendo así, por desgracia. Es profundamente triste que sigamos necesitando manipular; son las armas del débil. Todavía no somos iguales. Obviamente no tenemos los problemas de Afganistán o Arabia Saudí. Pero hasta que haya una igualdad real, faltan todavía muchos años. Las mentalidades son más tradicionales que nuestra legislación. Mucho más.

De repente, el móvil de Helena Cosano vuelve a sonar. Es la hora de irse. A ella le esperan mil compromisos del «mundillo» literario. A mí, transcribir una entrevista intensa en la que, más de desentrañar los flecos sueltos de su novela, se han abierto un millón de posibilidades más. Y es que así es la Cosano, una mujer capaz de abrirte nuevos mundos con tan solo un café.

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