Los Huéspedes, de Rubén Sánchez Trigos

los-huespedesEl 27 de julio de 1994 el fotógrafo documentalista Kevin Carter murió tras meterse en el río Braamfontein Spruit y respirar con una manguera conectada a su coche el monóxido de carbono que este expulsaba. La leyenda negra dice que lo hizo torturado por los recuerdos que la fotografía que le llevó a la gloria y le consiguió el Pulitzer, la de aquella niña africana acosada por un buitre que espera pacientemente su muerte, le provocaba.

¿Por qué comienzo la reseña de Los Huéspedes de Rubén Sánchez Trigos con esta anécdota? Porque resume a la perfección, sin desvelar ninguno de los secretos que esta novela alberga, la esencia que esconde el libro. La vergüenza, la desilusión, la crisis de mediana edad, la sensación de fracaso y de triunfo, la culpabilidad… y el crimen.

Pero vayamos por partes… ¿Aun no has leído Los Huéspedes de Rubén Sánchez Trigos? Pues en The Rosillo´s Rover, con esta reseña, vamos a convencerte de hacerlo!

Imagina que tienes 50 años, estás solo, te enfrentas a un divorcio y tu vida profesional no es precisamente lo que habías soñado. Imagina, además; que para colmo de males sigues enamorado de la mujer de la que te estás divorciando, que pese a soñar con ser escritor eres incapaz de escribir una sola letra y, quizás lo más desquiciante, tu trabajo consiste en corregir los manuscritos del escritor de mayor éxito del país.

¿Estarías deprimido, no?

Álvaro Tostado, el protagonista de Los Huéspedes, realmente lo está. Cada día de su vida es un nuevo fracaso, y cada página que corrige del autor super best-seller Ignacio Arjol, algo así como un Stephen King a la española (o un Shutter Cane, según David Panadero), es una nueva gota que espera colmar el vaso de la desesperación de nuestro protagonista. Hasta que un día el propio Ignacio Arjol, un autor que jamás se ha dejado ver en público y vive escondido de las cámaras y la fama en un piso de Madrid; le da la clave a Álvaro Tostado de enderezar lo que ha sido su fracasada vida, la clave para conseguir la inspiración que le falta, para conseguir el éxito y, con él, recuperar a su esposa. El problema es… ¿Hasta dónde llegará Álvaro Tostado por conseguir la inmortalidad? ¿Seguirá los pasos del Maestro o hará caso a su ya atormentada conciencia?

Rubén Sánchez Trigos ha construido un relato lleno de suspense y, sobre todo, de reflexión; además de guiños al propio género noir. Por poner un ejemplo (que tampoco descubre nada de la trama, no os preocupéis), el bar donde se reúnen Álvaro y Rafa, su mejor amigo y contrapunto, se llama Coton. Aun así, si tuviera que destacar algo de este relato, aparte de la espantosamente verosímil leyenda urbana que nos descubre a Los Huéspedes – leyenda que no voy a descubrir aquí, porque es mejor que la leáis de mano del propio Rubén Sánchez Trigos –, son las preguntas que la lectura de esta novela suscita.

Preguntas, misterios y suspenses que nos hacen cuestionarnos hasta dónde llega la insensibilización de la sociedad en cuanto a la violencia y el crimen se refiere; así como de insensibilidad hacia la propia realidad. Los Huéspedes a los que se refiere Sánchez Trigos no son más que personajes desencantados, precisamente, con esta realidad que nos vomita cada día, desde el cine, la televisión y los periódicos, toneladas ingentes de imágenes violentas y rabiosas. Imágenes que nos insensibilizan y nos hacen desear, paradójicamente, una dosis mayor de realidad que la que nos regalan nuestras propias y aburridas existencias. Paradójicamente también, estos propios Huéspedes son consumidores de la literatura violenta y descarnada de Ignacio Arjol, un autor de fantasía, el género más alejado de la realidad.

“Señor Tostado, lo real deja de serlo en cuanto queda registrado en una cámara o en una fotografía. Se convierte en otra cosa, no sé en qué exactamente, y las personas que recibíamos y acudíamos a esas citas una o dos veces al mes ya estábamos aburridas de esas cosas que pretenden hacer pasar por reales. Lo que buscábamos era realidad. Pura y dura. Sin condimentos”. (Pág. 169).

Los Huéspedes también nos llevan a plantearnos dónde empieza la realidad y acaba la ficción. Cuánto de real tiene aquello que leemos; cuánto necesita un autor basarse en la realidad para poder escribir. ¿Es necesario haber visto morir a alguien para describir correctamente los sentimientos que esta muerte nos genera? Y si así fuera, y realmente necesitaras esta realidad para inspirarte y conseguir tu obra maestra, ¿Hasta dónde llegarías para conseguirla?

Mientras el corrector del best-seller Ignacio Arjol, Álvaro Tostado, trata de seguir a pies juntillas su moral y lo que él considera ético (además de descubrir el misterio que se esconde tras el éxito de Ignacio Arjol), su mejor amigo y jefe de una importante línea editorial, Rafa, nos ofrece su contrapunto: “No he llegado hasta aquí cortando margaritas”.

Somos inmorales. Los políticos, los empresarios de éxito, incluso los autores de esta novela, y tristemente de la realidad que nos rodea, roban, mienten, utilizan trucos para conseguir lo que desean, se saltan las normas. Utilizan aquello que nos han enseñado desde pequeños, si quieres llegar alto tienes que pisar a aquel que tengas debajo. Por eso, ahora necesitamos algo más fuerte que aquello que nos es cotidiano y realizamos cada día para llenar nuestras vidas. Ir al cine, jugar a un videojuego o ver la tele no es suficiente para descargar nuestra frustración y nuestra sensación de irrealidad, nos hace falta más. Nos hace falta Ignacio Arjol, y lo que él representa.

Kevin Carter no pudo soportar el peso de aquello que le había llevado a la fama, de un crimen que, pese a no haber tenido posibilidad de interrumpir, observó y representó con su cámara. Ignacio Arjol ni siquiera se plantea aquello a lo que se debe entregar para conseguir su inmortalidad. Álvaro Tostado está todavía empezando a descubrirlo.

La primera vez que vi la portada de Los Huéspedes, de Rubén Sánchez Trigos, fue en la estantería de mi salón. Me llamó la atención, me dio asco la mirada del hombre que trataba de escaparse, arrastrando, de aquella mirada de ojos azules. Así que la leí. Y me la leí en una noche, tras la que no se me ocurrió hacer otra cosa que buscar el nombre de su autor (Rubén Sánchez Trigos) en google. Y apareció su Facebook, claro. Le mandé un mensaje preguntándole si realmente era él el autor del libro, y dándole la enhorabuena por haber escrito una historia tan increíble como aquella. Tiempo después resultaría que aquel autor iba a ser mi profesor en la universidad. Y tiempo después, también, al iniciar la sección de Libros de The Rosillo´s Rover, no pude menos que pedirle permiso para reseñar aquella novela en este espacio. Y me la volví a leer, y la volví a disfrutar, pudiendo recrearme un poco más en aquellas preguntas que Los Huéspedes lanzan al aire pero no responden.

Es difícil hablar de un libro del que apenas puedes descubrir siquiera el argumento; quizás por eso escribo esta anécdota, para demostrar con una experiencia personal aquello que me hizo sentir esta novela, y para que sirva como aliciente – pese a la poca información que doy de aquello de lo que trata – para su lectura.

Si os gusta el suspense, el género negro, y la realidad mezclada con una pizca de fantasía, no podéis (ni debéis) perderos Los Huéspedes de Rubén Sánchez Trigos.

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Rubén Sánchez Trigos

Los Huéspedes.

Rubén Sánchez Trigos.

Editorial Drakul, año 2008. 

Ha escrito esto…

Mi nombre es Elena Rosillo, soy licenciada en periodismo y en comunicación audiovisual y he trabajado como redactora online para varias páginas web relacionadas con el mundo de las becas, ofertas de empleo y recursos humanos para estudiantes universitarios y recién titulados. En mi blog escribo sobre cultura alternativa, mi verdadera pasión.

2 respuestas a “Los Huéspedes, de Rubén Sánchez Trigos

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